sábado, 10 de marzo de 2012

Ficciones, misoginia o un discurso descabellado


Podría ser tildado de misógino por lo que escribiré a continuación, pero todos corremos el riesgo de ser malinterpretados en nuestros cometidos, o bien convertirnos en el blanco de aquellos cuyo propósito en la vida se basa en tergiversar el discurso de otros, esas ratas de plaza que sólo están allí para recordarnos cuan peligrosas son las palabras. Existen mujeres cuya aborrecible personalidad, cuya arrogante presencia (sin tener atributo alguno para ser arrogante salvo rasgos masculinos, actitudes de supremacía y una cantidad de falacias en la punta de la lengua) y cuya ilimitada insensatez, me han llevado a escribir sobre los vicios comunes de la mujer de nuestra era, una no-mujer, un ser que tras el escudo de una "vulnerabilidad propia del sexo femenino", ha consagrado a un ser vomitivo, un estropajo que va de puerta en puerta sembrando la cizaña, la mentira y la idiotez.

En todas partes nos topamos con la "mujer moderna", "liberada" e "independiente". Estos seres suelen albergar en su interior un odio volcánico hacia todo lo que no se circunscribe a sus patrones de vida, van predicando el odio y la idiotez, van tocando de puerta en puerta e infectando las casas con falacias y cizaña, esta mujer no es moderna, esta mujer es un cadáver. El feminismo quedó atrás, Simone de Beauvoir no logró su cometido, las hippies de los años sesenta no lograron absolutamente nada luego de la quema de sus sostenes y las arpías del siglo XXI aspiran a un mundo "femenino", esto es, un mundo vacío y absurdo, colmado de ideas ridículas como "derecha revolucionaria" o "aristocracia posmoderna". La mujer de nuestra era ha llegado a pensar que tras la lectura de Sartre, Beauvoir, Virginia Woolf o Platón, llegarían a revolucionar los sistemas que nos oprimen, ¿pero cómo se ha de crear una revolución sin una mirada objetiva y prismática sobre el asunto que se trata? Leer no nos va a hacer más cultos si lo hacemos por la mera arrogancia de parecer superiores a otros. Leer un diccionario es mucho más elevado si lo haces para educar a un niño de la calle, leer a Schopenhauer y a Marx para introducirte en un círculo mediocre de lectores aficionados no es otra cosa que un vicio de alguien pobre y ridículo espiritualmente. La mujer de nuestra era lee a Nietzsche, pero lo hace entre líneas y en su interior va creciendo el odio.

La "liberación" después de la orgía de los años sesenta -citando a Baudrillard- ha provocado una ola de oportunistas -mujeres-, entre las cuales se incluyen a adolescentes cuyas prácticas abortivas crecen cada día más, asesinas que se esconden bajo el manto del maltrato doméstico o infanticidas que le achacan su "locura" al daño psicológico inflingido por el hombre. Tesis capital: el hombre no sufre. La mujer divorciada es peligrosa, es una "odiadora" per se, un león suelto en una jaula de antílopes. La mujer "liberada" es un producto de ficción, la mujer de nuestra era es la sombra del idealismo de otras mujeres. La liberación sexual ya ocurrió, la mujer homosexual sigue buscando una revolución, ¿debería irse al Medio Oriente? ¿Debería llevar su práctica discursiva a las mezquitas de Irán? Creo profundamente que la "búsqueda de igualdad" y la "aceptación" no es otra cosa que un discurso lastimero por parte de la mujer débil, la idólatra, la infectada.

La tirana busca dopar el pensamiento de los otros mediante discursos mediocres de "sojuzgamiento a la mujer" o de "sociedad patriarcal". ¿Realmente es necesaria la revisión de esos términos en una sociedad donde ya conviven dos mujeres sin que se les insulte por sus preferencias sexuales? ¿Es acaso menester traer a nuestra época los relatos vejados y caducos de las viejas del siglo pasado? ¡No se quiere aceptar la revolución, entonces se hace la contrarrevolución! El divorcio es culpa del hombre, las guerras son culpa del hombre, la mujer sufre, la niña sufre. No hay violaciones a los derechos de los hombres, sólo violaciones a los derechos humanos y a los derechos de la mujer, pero ellas siguen predicando la "igualdad de géneros".

Es aborrecible que la Iglesia Católica aún siga cometiendo crímenes relacionados con la pedofilia, pero la creciente tasa de abortos no debe importarnos, porque esto es un "logro de la revolución femenina", la legalización del aborto en algunos países ha venido a significar otra "liberación" para el "sexo débil", por esto se debe abusar de ello, precisamente porque están liberadas deben abortar cada vez que han olvidado una pastilla, o simplemente lo hacen porque su útero es otro juguete más. La hipocresía de la mujer del siglo XXI es imperial, fluye como las aguas de un meandro, se riega cual pólvora en la guerra.

Ser ama de casa ahora es casi un crimen, ¡cómo si alguien las sometiera a ello! Tener hijos es terrible, te convierte en un estereotipo, en cambio abortar te hace una heroína. Vamos de la prostitución del cuerpo a la prostitución del espíritu, ninguna mujer quiere ser mujer, ahora todas son "algo diferente", ¡cómo si ser diferente implicara olvidarse de los procesos biológicos!

Si mi discurso ha sido descabellado, es porque se basa en discursos descabellados.

No ha sido mi intención insultar a mujer alguna, no podría ser el fin de lo que he escrito, por el contrario se trata del desenmascaramiento de un payaso carnavalesco, de la clase de mujer que se oculta detrás de un perfil intelectual, pero que no es otra cosa que el producto de lecturas polvorientas y caducas o bien del subterfugio de pensamientos que jamás tuvieron como objetivo engendrar una clase de seres que no son otra cosa la imagen nítida de la mala mujer, es decir, de la mujer siempre inconforme.