domingo, 26 de septiembre de 2010

Confesiones II.


He de hacer mi segunda confesión temiendo el repudio de todo aquel que se atreva a leerme, pues podrá pensar que todo cuanto he dicho ha sido construido sobre la enclenque estructura de la falsedad. Sin embargo debo preguntar ¿es lícito que un ser humano haga la abominable afirmación de no haber mentido jamás? Dios mismo repudiaría a ese ser y lo esclavizaría al aburrimiento del cielo.
Yo por el contrario adoro las mentiras, mi abuela solía decirme “la mentira es la hija mayor del diablo” y he de decir que soy un lacayo de esa noble mujer que los imbéciles “sabios y correctos” llaman mentira. Mentir se convierte en una valiosa herramienta para llegar a determinados fines, sin correr el riesgo de atravesar un peligroso medio. Además al mentir pones a prueba tu verdadera capacidad para recordar, esto sin exceptuar la maravillosa tarea de invención a la que conlleva una mentira tras otra. Anatole France tiene una hermosa frase para describir cuán importante es esta cualidad del hombre: “Sin mentiras la humanidad moriría de desesperación y aburrimiento”. ¿Hace falta que diga el significado de la frase? No, claro que no, ustedes mis queridos mentirosos, perciben cuan falso es el universo, incluso cuando un “letrado” trata de probarles una verdad.
¿Es acaso posible encontrar amor a través de las mentiras? ¡Pero absolutamente! Me atrevo a aseverar que el amor no es más que una quimera de insensateces, una de las más grandes fuentes de mentira que pueden existir en el universo, prueba de ello es la facilidad con la que se deja de amar, y si se le adjudica esto a causas psicológicas no es mi asunto, pero es tan claro como un manantial, que todas las historias amorosas se fundan sobre mentiras, desde amores poéticos (Madame Bovary) hasta los que se nos presentan como reales y más próximos a la cotidianidad, tal es el caso de los padres divorciados, o de la amiga que llora en nuestra sala porque su esposo la ha abandonado. Algunos pensarán que es ridículo y absurdo conseguir el amor a través de la falsedad, pero yo los invito a buscar en lo profundo de su alma, y entonces encontrarán una fuente de engaños, producto del “amor” que se siente por el otro ser.
Cuando “amamos”, ocultamos cosas al otro ser, en la mayoría de los casos “para no hacerle daño”. Esto no es más que una forma de mentir de menor grado, pues hay distintos tipos de mentiras. He decidido por tanto calificarlas en distintos rangos, para demostrar con qué frecuencia mentimos sin darnos cuenta, esto por tanto, nos convierte en seres autoengañados, no por el hecho de decirla, sino que constantemente mentimos acerca de nuestras mentiras. Pareciera un absurdo e interminable trabalenguas, quizás os aburra este escrito, no ha sido esa mi finalidad, pero ha sido un arduo trabajo escribir mi segunda confesión, sobre todo cuando todo cuanto digo queda en tela de juicio. He de comenzar pues con mi calificación:
-Mentiras “piadosas” o “blancas”: así se les llama de forma eufemística a aquellas mentiras que el hombre piensa que no tendrán trascendencia alguna ¿se ha oído alguna vez mayor estupidez? ¡cómo si no fuera necesario mentir un millón de veces más para poder llevar una historia medianamente coherente, pequeñamente humana! No son ni blancas, ni rosadas, son simplemente mentiras, y una vez que te sumerges en el lago del engaño, no querrás dejar de beber de su agua. Nietzsche ya ha hablado de la increíble facultad que tenemos para mentirnos a nosotros mismos, pone un ejemplo muy básico y al mismo tiempo infalible: “Calcular, es una forma de mentir”. Es por eso que reafirmo nuevamente que mentir es naturalmente humano, incluso en situaciones que no lo ameritan, distorsionamos la verdad ¿eufemismo nuevamente? ¡mentimos! Cuando negamos la verdadera razón por la cual dejamos de hacer una tarea, o por qué dejamos de asistir a una cita, aunque parezca una “pequeña mentira” “piadosa y blanca”, simplemente engañamos, no decir la verdad es engañar, no hay por qué presumir de verdades cuando la falsedad está latente. Incluso, mi clasificación es un engaño…
-Mentiras medianas: Esta clase de mentiras suele ser peligrosa y dañina, pues no hace más que inflamar de dudas y arrepentimientos a quien las ha dicho. Por ejemplo cuando se miente a los padres, el adolescente sufre un ataque de remordimiento que le hincha el alma de desconfianza y temor, porque se ha “pecado”. Esto no es más que una forma de aniquilar la vida, quiero decir, el absurdo temor con el que nos han criado, ese de ver en la mentira un acto de vileza y cobardía, cuando realmente la mentira es la mejor aliada del poder y la gloria ¿un ejemplo?, lo diré al final y seré muy breve, pues la tercera clase de mentiras es la que nos ha permitido persistir como civilización. La esperanza es otra forma de mentira mediana, pues nos empeñamos en creer que las cosas mejoraran (casi siempre por si solas), cuando no hacemos nada al respecto, la esperanza nos deja en un estado de quietud miserable, donde dejamos a la deriva todo nuestro porvenir. Lo mismo sucede durante la enfermedad terminal, engañamos a la vida con la falsa lejanía de la muerte…
Mentiras de poder o gran mentira: políticos, reyes, filósofos y Dios.

“Las grandes masas sucumbirán más fácilmente a una gran mentira que a una pequeña”. Adolf Hitler.

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